La sexualidad como personalidad. ¿No hemos tenido todas conversaciones con nosotras mismas en las que nos dirigimos a nuestra sexualidad como si fuera parte de nuestra personalidad? Con sus peculiaridades e incomodidades. Otras veces yo la he visto como un ente maligno ajeno a mí que toma posesión de mi voz, mi cuerpo y mi mente. Suena radical y dramático, pero estoy casi segura que todas hemos confrontado ese espacio adverso en el que ubicamos a nuestra sexualidad como nuestra contrincante. Ahora, luego de haber procesado las ideas de Nagoski, pienso que me comporté injustamente con ella, colocándola como una antagonista a mi experiencia, como si eso me fuera hacer ver las cosas con mayor claridad. Lo único que hice fue antagonizarme conmigo misma, haciendo imposible que cualquier logro no se manifestara como una bendición y maldición simultáneamente del conflicto, casi bélico, que tenía conmigo misma. Digo tenía porque hoy reconozco que la tendencia a autoagredirme me sale con facilidad, pero al reconocerlo así puedo aproximarme de otra forma, con pañitos de agua tibia, con café, té o helado. Para intentar entre todas (las partes de la comunidad que somos) sacar adelante las experiencias de la forma más beneficiosa.
En esta parte del libro, Nagoski cuenta de la experiencia de una amiga y cómo ella logró sanar parte de sus “dificultades sexuales” dejando de ser su peor adversaria. Su historia es quizás la que más me interpeló y no creo que sea la única a la que su proceso de acción le resulte no solo familiar, sino la única manera de interpretación sobre la experiencia, la cual transcribo a continuación.
La insatisfacción de Laurie con su vida sexual no provenía de contar con un sistema de frenos o acelerador dificultosos, era resultado de un contexto dificultoso. A ella no le gustó mi sugerencia de que nada más se permitiera no tener sexo por un rato. Para ella, eso se sentía como rendirse. Ella quería querer sexo y lo iba a intentar.
Así que se puso a pennsar sobre las veces en el pasado que ella había tenido sexo placentero y recordó unas vacaciones particulares pre-bebé que tuvieron en un hotel elegante en la montaña.
“Ajá! Contexto!” - pensó, y ella y Johnny hiceron una reservación y planearon un viaje para recapturar la pasión.
El plan fue un fracaso. Manejar hasta allá fue largo y agotador, pelearon de camino y una vez que terminaron de cenar, la presión de la expectativa era abrumadora. Laurie sintió cuando se cerró y dijo que no a todo. Tomó un baño caliente, una copa de vino y se fue a dormir. Johnny vio una película.
A la mañana siguiente se sentía tan culpable respecto a la noche anterior como para volver a intentarlo.
Así que una tarde después de eso, Laurie y Johnny se sentaron a intentar resolver qué había funcionado del primer viaje y qué faltó en este segundo viaje.
Bueno, sus vidas eran completamente distintas ahora: Eran papás, ella tenía un trabajo que le generaba frustración, ella estaba estudiando... Elles habían replicado las circunstancias externas pero no el contexto.
“Genial, así que todo lo que hay que hacer es renunciar al trabajo, dejar la universidad, vender a Trevor al circo. Problema resuelto,” Johnny bromeó. Más constructivamente, agregó, “Tal vez estamos pensánndolo de la forma equivocada. Tal vez es sobre cómo se siente, en vez de qué estamos haciendo o no. Cuando piensas en el gran sexo que tuvimos en ese aniversario, cómo se sentía?”
Ella lo pensó por un minuto.
Y luego rompió a llorar.
Empezó a hablar de lo mucho que lo amaba a él, cómo dependía de él para su sanidad en una vida que parecía haberla designado específicamente a ella para volverla loca, cómo ella quería mostrarle, no simplemente decirle, qué tan importante era él para ella, pero cada vez que ella consideraba iniciar sexo, ella se sentía atrapada y abrumada y su cuerpo se le cerraba. Aflicción indiferenciada fluía de ella a medida que hablaba, luto por su sexualidad perdida, pero también por la pérdida de paz mental, su pérdida de sentido de sí misma, independiente de su rol como madre, hija, esposa, jefa, empleada estudiante...
Y luego, cuando la marea de aflicción menguó, tuvieron gran sexo.
Luego de eso, Laurie vino a mí y dijo, “Qué putas? Vamos en una escapada romántica y nada, peor que nada! Pero lloro horrible sobre lo tanto que lo amo y lo agotadora que es mi vida y tenemos sexo caliente y sucio. Esta cosa del contexto no tiene sentido!
Así que le expliqué.
[continúa]
Si usted siente dolor al tener sexo debe ir a consultar a un especialista médico, si no es así, todo está muy probablemente bien. Nagoski insiste tanto en esa línea que ya la interioricé completamente. Ahora veo cada vez que alguien habla de problemas en su experiencia sexual como una manifestación psicosomática y también dónde la palabra y cómo nos condicione(mos) puede generar peores experiencias que enfermedades físicas verdaderas. Ese es el caso que Laurie tuvo que enfrentar, relatarlo ahora se me hace una combinación súper extraña entre algo que me es evidente y algo que la experiencia propia me muestra como lo más opaco del mundo: la diferencia, o carencia de, entre nosotras y nuestros cuerpos.
Otro de los aspectos que más me ha ubicado sobre este libro es la forma y/o metáfora con la que el deseo sexual se manifiesta. Emily Nagoski señala que nuestro cerebro tiene un “acelerador” sexual que responde a estímulos sexualmente relevantes (cualquier cosa que veamos, oigamos, olamos, toquemos, saboreemos o imaginemos que nuestro cerebro haya aprendido a asociar con excitación sexual).
Así como tiene acelerador, el cerebro (o nuestro sistema) también tiene “frenos” sexuales que responden a “potenciales amenazas” (cualquier cosa que veamos, oigamos, olamos, toquemos, saboreemos o imaginemos que nuestro cerebro pueda interpretar como una buena razón para no estar excitados en este mometo. Puede ir desde una enfermedad de transmisión sexual, un embarazo no deseado o conflictos de reputación social).
Qué tan sensibles son los frenos o acelerador de las personas varía muchísimo entre sí y habla de un aspecto de aprendizaje individual a partir de su experiencia, ya sea personal o cultural, ya que no hay algo así como un estímulo “innato” que todes reconozcamos como relevante ni como amenaza. Alrededor de esto se desarrollaron las corrientes de educación sexual y terapia sexual desde las que la autora parte.
Para cerrar esta segunda entrega voy a adelantarme al desenlace de la experiencia de Laurie, donde vemos cómo el acelerador y/o los frenos de nuestra sexualidad puede que estén completamente restringidos a nuestro universo interior, más allá de nuestra fisiología y hormonas.
Cuando Johnny y Laurie tomaron mi consejo y pararon de tener sexo, algo inesperado se abrió dentro de Laurie.
Se abrazaron y acariciaron unnos minutos antes de dormir cada noche, si el incómodo y ansioso sensación de “será que vamos a tener sexo hoy”.
Durante uno de esos silencios, Laurie le preguntó a Johnny por qué le gustaba tener sexo con ella.
Él dio una respuesta excelente. Dijo, “Porque eres hermosa.”.
No dijo, “Poruqe te ves hermosa” o “Porque eres mi esposa” o “Porque el sexo es divertido” o ni siquiera “Porque te amo”. Él dijo, “Eres hermosa”. Es algo perfecto que decir, si bien no menos importante porque realmente, realmente así lo sentía.
Laurie siendo Laurie, rompió a llorar. Hasta ese momento, ella no se había dado cuenta de la mucha auto-crítica que cargaba con ella todo el día, cuanta verguenza sentía sobre cómo su cuerpo había cambiado desde que tuvo el bebé, como si esos cambios reflejaran algún fallo moral de su parte, como si una verdadera “buena persona” no permetiría a su cuerpo ser cambiado por algo insignificante como tener un bebé.
Empezó a enumerar las cosas con las que se sentía incómoda: sus senos caídos, su pancita flácida, sus muslos fofos, las arrugas que se iban ahondando alrededor de su boca, una boca que parecía estar fruncida permanentemente ahora. Y Johnny empezando a tocar cada una de esas “imperfecciones” del cuerpo, diciendo, “Yo amo eso, sin embargo” y “Pero eso es hermoso”.
Al final él la vio directamente a los ojos y le dijo, “En verdad no lo ves. En realidad creés que esas cosas te hacen menos bella. Cariño, tu cuerpo se poe más sexy cada día, solo siendo el cuerpo de la mujer con la que comparto mi vida. Tu panza es nuestra panza. Yo también tengo una. Vos me amás menos por ella?
“Por supuesto que no”
“Exacto, por supuesto que no”
Y por supuesto lo que pasó después fue que tuvieron sexo inimaginablemente rico, que aumentaba en placer a medida que se susurraban “no deberíamos estar haciendo esto”.
Cuando Laurie me habló de esto, enfatizó que durante todo el encuentro nunca se sintió como si Johnny estuviera iniciando el sexo. Nada más se sentía como si él le estuviera dando amor en un momento que ella realmente lo necesitaba.
Y sí, ser educadora sexual es el mejor trabajo, cuando la gente te cuenta historias así.
Este capítulo es sobre obstáculos que están en el camino de Laurie sin que ella estar al 100% al tanto de ellos, y cómo ella y Johnny los derribaron.