No sé cuándo empezó, pero de un tiempo para acá me pone muy nervioso hablar con gente que no conozco. Cuando Juanjo me propuso encargarme del proyecto, podía ver el futuro como un lugar en el que habría recuperado mi espontaneidad social. Un chance para hablar con desconocidos y mantener la energía de alguien alegre que encontrase en el proyecto una excusa suficiente para la ligereza. Obvio estaba mamando. Enviar correos en fin de semana aún me pone extra-nervioso y todas las palabras están pensadas para no sonar like a pusher. Sin embargo, esto es pura trama mía porque, en general, la experiencia ha sido re-bonita.
El proyecto estaba planteado como un motor de diversificación editorial. Algo con lo que se pudiese caminar hacia la prescindibilidad de estructuras formales de publicación. Siempre hemos pensado que la clave de esto está en el acceso a nuevas técnicas. Las imprentas con las que hemos topado en los últimos años no se muestran tan flexibles como quisiéramos y, por otra parte, estamos en la papa. We broke, rata. A la larga, pagar por quinientos ejemplares y engaletar doscientos no es tan tuanis. Fue con el tiempo que encontramos en la risografía amor y comodidad: una forma práctica de ver con orgullo la creación de pequeños artefactos auto-publicables.
La idea, entonces, era permitirle a varias personas el uso de risografía para la impresión de sus trabajos individuales. Plantear cómo la riso se puede adaptar a distintos proyectos o montajes y así revalorar las pequeñas y nuevas formas de distribuir material gráfico. Esto es algo que ya les chiques de 20/20 venían haciendo con la apertura de talleres y otros espacios creativos. Grandes personas.
Quisimos montar un taller para fotografía. Un taller para ilustración. Un taller de disciplina libre. Limitando cada taller a un máximo de ocho personas, íbamos a poder imprimir el trabajo de dieciocho personas en menos de seis meses. Para este punto, Ariel recién venía entrando al equipo con los tacos de frente y la explotó como diseñadora. Pudimos publicar las convocatorias con identidades gráficas beias que hacían del proyecto en general algo mucho más divertido. Tanto el feed de Instagram, como la forma en que veíamos el futuro, adquirían color.
Luego cayó el covid. why do I hear boss music.
La flexibilidad de 20/20 tiene que ver más con Dani y Esteban que con la máquina en sí. Ambos son profesores y el proceso de virtualización les agarró de manera simultánea. Tuvimos que retrasar la ejecución del primer taller, así como aplazar los procesos de convocatoria restantes. Encontré some mixed feelings about it. Por una parte, me aliviaba no tener que pasar tardes enteras con gente desconocida. Por otra, los cambios de cronograma y presupuesto significaban la exigencia de justificaciones con el Colegio de Costa Rica. Ser valorado por algo que suelta harina de a gratis me pone en mood de deudor enjachado.
Además, los talleres siempre se habían realizado de manera presencial. Entender el funcionamiento de una máquina es un tanto más complejo a la distancia. Se hace más difícil entender cómo se irá a ver el trabajo final. Pero de nuevo: Dani y Esteban son unas cerdillas. Lograron establecer una dinámica virtual lo suficientemente entretenida como para mantener a ocho personas atentas durante dos horas y media + han significado otra fuente importante de compañía para mi proceso con estas nuevas dinámicas. cer-di-llas. cer-daias.
Ya pudimos realizar los dos primeros talleres y las sesiones estuvieron a cachete. Les participantes resultaron ser gente super buen ride con mucho más interés en compartir que en la publicación en sí. No es que esto último hubiese estado mal, pero no deja de ser bonito encontrar potenciales personas con quien colaborar en el futuro y pasarla bombis ahorita. Ahora me doy cuenta que hubiese estado mejor conocerles en persona.
Esos primeros proyectos están en proceso de impresión. Por mientras, estamos gestionando cómo hacer del último taller un espacio completamente abierto y streameable en redes sociales. Creemos que una gran forma de cerrar este primer ciclo de talleres es haciéndolo lo más grande posible. Sin filtraje, sin segundos pasos, solo clickear.
En simultáneo, creo que el proceso de diversificación editorial debe ir acompañado de una guía que revalore los procesos de publicación independiente así como la desmitificación de auto-publicacarse. En ese ride, vamos a montar dos talleres en los que se pueda abordar desde el montaje de propuestas hasta las opciones de distribución y posicionamiento del producto final. Creo que la diversificación también tiene mucho que ver con los puntos de contacto y, en ese sentido, tenemos que abordar también las formas en que el “mercado’’ se comunica. Entender que el sector editorial está mamando en formas de separar el ego de su trabajo pero, al mismo tiempo, en comprender que es un sector heterogéneo y que si seguimos planteando la cooperación como una movida masiva que requiera un pichazal de coordinación di, todo tranqui, pero a la larga solo vamos a salir frustrades, viendo con resentimiento los años de ineficiencia institucional y dinámicas gueisas. Hay que ir de la mano, conservando los números, creando bases sólidas desde donde podamos crear redes diversas pero funcionales entre sí. A pata pero ajacha.
Mandar mails aún me pone nervioso pero ya no tanto. Las personas con las que he tenido que interactuar han sido cálidas y sinceras. Hemos podido cagarnos de risa como varios cuadritos de Zoom pixeleados. La justificación de presupuestos y cambios en el proyecto es algo que aún me trama. Nunca le he rendido cuentas a nadie. Nunca se me han cagado desde la legalidad. Sé que vamos a poder crear una especie de colección gráfica lo suficientemente chiva y el chance de ofrecer esto gratuitamente termina por justificar para del process. Muchas personas bonitas a mi lado. Muchos baby steps para recuperar confianza y ritmo desde la colaboración y la distancia.