Las personas como yo conocemos el amor desde otro lugar

texto e ilustración por Emma Segura

A mis amigas:
A quienes no fueron amadas,
A quienes sus voces fueron silenciadas,
Que este dolor no pueda consumir nuestra furia,
para que nuestras voces y su memoria nunca se apaguen.

Para amores, tengo el de mi devenir y el de mi autonomía sexual.
Para amores, me amo, porque yo soy amor.

Frida Cartas, Cómo ser trans y morir asesinada en el intento (2017)

Como otras tardes, estoy sentada en la orilla de la banca de mi patio, entre cemento, objetos acumulados y algunas plantas. Solamente pienso, ¿cómo amamos las personas como yo y de qué manera es que somos amadas?, ¿será verdad que somos amadas? Tal vez sí somos amadas, pero este amor que recibimos duele reconocerlo como tal. Duele porque digo conocer el amor en un esfuerzo por negarme a aceptar que no he sido amada como siempre lo he deseado. Porque me he negado también a reconocer ese deseo que me ha consumido una y otra vez. No sé ni cómo empezar este texto, porque suelo escribir con dibujos o narrando en voz alta lo que siento; claro, cuando nadie puede escucharme o interpretarme.

Estaba hablando de que no conozco el amor, y con esto me refiero a que puedo observar a mi alrededor a otras personas amando y siendo amadas de maneras que desconozco, porque no me han pasado por el cuerpo. Hay días en los que saco la carta de la crítica al amor romántico, que la sostengo a pesar de esto, para justificarme por qué nunca nadie me ha amado como yo he querido, y otros días en los que pongo por delante mi postura contra la hegemonía cisheteronormativa, para según yo, tener una respuesta que justifique y termine neutralizando mis sentimientos y dándome así unos motivos que no me dejen espacios para debatirme, llorar o tener que consolarme.

La gran realidad es que me estoy culpando por cosas que se escapan de mis manos. Me ha tomado toda una vida poder aceptarlo, y bueno, se podría decir que soy exagerada, pero entonces, digamos que los años que me haya tomado son los que me han tomado aceptar esto.

Aun escribo tomando pausas y calculando cada cosa que siento, para luego poder expresarla a través de las palabras, porque yo crecí tomando pausas para censurarme; es decir, aún me censuro todo el tiempo, aún me censuran y no sé cómo escapar de eso, así que no voy a culparme de nada. Esto que me pasa no es mi elección y no tiene que ver con la persona que soy. Decía que no conozco el amor de la misma manera que el resto, en un intento por volver a tapar lo que siento realmente. Es como si no dejara de decir mentiras mientras trato de ser sincera, porque en el fondo hay algo que aún no puedo conversar.

Censurarse hasta cuando se escribe en solitario sobre una misma es muy problemático, porque luego vuelvo y tengo que descifrar lo que de manera estratégica y calculada quise decir. Eso lo hago todo el tiempo, mis textos suelen estar cargados de otras rutas, a veces confusas, según yo, y que me provocan grandes tensiones para poder contar un poco lo que sentía y pensaba sobre esto o aquello. No quiero decir que con esto me estoy mintiendo, solamente me posiciono desde la autodefensa en un intento por protegerme. Aunque termine haciéndome daño al final, eso no termina por matarme, y es así como he logrado navegar hasta ahora. Digo logrado, porque ya no sé cómo seguir navegando desde ese lugar, no sé si me faltan fuerzas, palabras, energías, ganas o pedacitos de corazón que puedan sostener este sentir.

Distintos días le contaba a una amiga u otra que yo no tenía ningún interés por tener pareja, y eso sí que es una gran realidad. Yo nunca he tenido pareja, y me cuesta hablar en esos términos porque no sé realmente lo que eso significa, pero sí sé que hay cosas que me hacen preferir mantener esa distancia y que hay otras, que yo no escojo, que hacen a las personas mantener esa distancia. Esto no me lo estoy inventando, no es cosa mía, ni un intento por victimizarme, porque si fuese en esos términos habría que pensar: ¿qué es ser una víctima? Y si fuese el caso, ¿víctima de qué y de quiénes?

¿Cómo se ama a una persona como yo? Con miedo. Esto lo he sentido muchas veces durante toda mi vida, desde que estaba muy pequeña hasta ahora que he crecido. Continúo sintiéndome muy pequeña en ocasiones. Tengo miedo a no ser amada, pero más que no ser amada por una pareja, tengo miedo de no ser amada por las personas que dicen amarme como nadie más lo ha hecho. Esas que desde pequeña te dicen que, hasta el cielo, el sol u otro planeta. El amor con estas personas es y puede ser un problema para las personas como yo, no sé si realmente me aman tan profundo como dicen o lo que aman es lo que han querido creer de mí. Que mi silencio, contra toda voluntad, les ha permitido confirmar. El silencio tiene que ver con el miedo y el miedo tiene que ver con el rechazo, y este último tiene que ver con el estigma que existe hacia las personas como yo. ¿Qué más terrible que las personas que han prometido amor incondicional dejen de amarme por ser quien soy y como soy? No es que no sepan quién o cómo soy, me conocen desde que nací y yo soy y he sido esa misma persona todo el tiempo, cambiando constantemente, como todas las personas; pero no es como que haya una otra persona dentro de mí que vaya a salir de pronto y tengan que volver a conocerme y ver así: si pueden amarme o no. Ese tema del cuerpo equivocado o la idea de que alguien más habite dentro de mí me parece una idea bastante violenta que se han querido inventar sobre las personas como yo. Eso produce estigma, uno que es muy evidente en el miedo que me provoca la posibilidad de dejar de ser amada por las personas que tengo más cerca, las del vínculo sanguíneo, que se supone, dentro de esta sociedad, es inquebrantable; aunque no sé qué tan segura estoy de eso.

Sobre el rechazo. Esto último lo he conocido desde mi primera infancia; sin embargo, nunca he vivido el “rechazo amoroso”, ya saben, ese momento en el que una persona declara su amor romántico hacia otra y todo sale mal. Esto no lo he conocido porque jamás he sentido tal cosa por alguien, o eso quiero pensar. El rechazo del que hablo puede ser tan doloroso como uno previo a esa situación. Porque como podría ser rechazada al enunciar ese sentimiento tan profundo, que llaman amor hacia alguien más, si ya he sido rechazada toda la vida desde antes de que pudiera existir tal posibilidad. Creo que aquí he hecho un enredo de palabras, porque estoy queriendo hablar de una, dos o tres formas de rechazo utilizando la misma palabra, pero eso sí, cada una tiene un nivel e implicaciones distintas, lo bueno es que podría ahondar más para explicarlas, lo triste es que puedo hacerlo porque lo sigo viviendo.

Aquí viene la parte difícil de tener que explicarme, porque me parece que es una gran violencia que las personas como yo tengamos que explicarnos frente al resto todo el tiempo. Es algo que suelo evitar en todos los espacios que cruzo y que trato de resolver desde otro lugar. Esto puede parecer un atraso si se quisiera, una puerta a la ambigüedad, o la idea de que hay una confusión interna, pero no tiene relación alguna con mi modo de proceder o con cómo me siento ante tal situación. La verdad, es que: ¿por qué tendría yo que dar más explicaciones sobre quién soy, que el resto de las personas? ¿Por qué debo tener yo todas las respuestas a sus preguntas? O, ¿por qué creen que es mi deber solucionarles sus problemas con esto o aquello? El problema no es mío, yo estoy convencida de mi realidad; y por supuesto que tengo esas respuestas, 28 años de ser yo misma y ha sido bastante lo que me he podido conocer en todos estos años, como para tener que ponerme a discutir con ustedes mi existencia y realidad. Me niego a contestarles y a dar explicaciones, porque sería una y otra vez hacerme responsable de un problema que no tengo yo, es un problema de ustedes, uno que tienen ustedes hacia mí, uno que no pueden ni quieren reconocer, porque el prejuicio y el estigma que sienten es tal, que incluso tienen miedo de reconocerse allí y ponerse en evidencia como quienes han permitido y reproducido tanta violencia, una que de ninguna manera es mi culpa.

Nuevamente, estoy sentada en el filo de este frío bloque de cemento. Fracturada. Donde se asoman las hierbas que se suponía no debían nacer. He entendido que estas se sublevan ante la fuerza de quien les pretende impedir su existencia y así nunca dejan de imponerse frente a tales exigencias. Conocer la muerte y sentirla acariciar cada parte de mi cuerpo me ha hecho enterarme de que ser demasiado vulnerable no es una debilidad. A pesar de lo que parezca, exponerse de manera abierta frente a la realidad no debería confundirse con un ejercicio de perdida de autonomía. Elegir estratégicamente abrirse el alma, me mantiene en un lugar que deseo habitar, es como suturarse la vida misma al ritmo de agudas puntadas. Y así, reivindicar la sensibilidad absoluta, como forma apelativa frente al amor y el deseo. Por eso, reivindico mi derecho a ser yo misma. No tengo otra cosa que perder y es la única constante que me hace sentir que todo tiene sentido: ser una misma.