Cantar y bailar

por Tilsa Otta
ilustrado por Pía Chavarría

“De pequeña pensaba que quería ir al cielo,
pero sólo para destruir el sistema desde adentro.”

La mujer cantante tiene que saber bailar, a diferencia de su contraparte masculina, que puede dedicarse exclusivamente a interpretar. Desde que tengo memoria, si la cantante es joven y bonita (material de estrella) debe ejecutar coreografías mientras canta. Como es casi imposible realizar ambas acciones en simultáneo alcanzando la máxima eficiencia, se le suele acusar de ser una artista mediocre, que no suena igual en vivo que en los discos. De igual modo, la mujer profesional debe trabajar y realizar las labores del hogar, preferiblemente al mismo tiempo y de manera solvente, si no se le acusa de cosas peores.

A Rauw Alejandro le dijeron que lo del cantante bailarín no funcionaría, que nadie quiere ver al intérprete de reguetón (tan macho) bailando, pero Rauw –fiel seguidor de Michael Jackson- persistió y siete años después se ven los frutos de sus afinados pasos. Por ejemplo, ahora sale con la increíble Rosalía. Diosalía puede saltar, volar y bailar sin desafinar, tiene el brío de lxs místicxs. Cuando habla de la música sus ojos brillan y a veces termina hablando de Dios. No de alguno en particular, más bien de ese que está en toda creación, esx que es ella misma. Creadora audaz y traviesa, una vez que atravesó las nubosidades turbulentas (las críticas de los conservadores) que veían en la fusión herejía (como le pasó a la genial Yma Sumac), lo demás fue cielo abierto, pura ascensión.

Los surcos que Rihanna abre son otros: inició como cantante con talla de modelo bailando con una sombrilla al ritmo de sus productores y hoy, después de haberse posicionado como la máxima ídola pop (con 109 millones de seguidores haría ver a Rosita (17 millones) como una diosa menor sino fuera porque sabemos que Instagram es una ilusión), se disfraza de porro gigante dejando en claro cada vez que puede que solo el consumo de marihuana la mantiene lúcida a ese nivel de alienación que es la fama a gran escala. Y cuando sus fans le reclaman un nuevo disco ella se zurra, aun sabiendo que sus aplazadas canciones podrían ayudarnos a alcanzar la soñada inmunidad de rebaño.

Al igual que Riri (de quien es confesa admiradora, como Rosalía y quien escribe), Cazzu ingresó al mainstream blandiendo una femineidad felina y agresiva para, una vez encumbrada en la escena latina del trap/reguetón, desplegar una queerness superpoderosa y magnética que estalló cuando se rapó la cabeza. Leyendo los comentarios de los hombres cuya fantasía fue herida por este acto, parece que cortarse el pelo al ras puede ser un arma contra la heteronorma tan afilada como las uñas exageradamente largas. En estos días gloriosos, “La Jefa” Cazzu se cubre y descubre en una performance sorprendente que combina el flow con la fluidez de género -incluyendo una entusiasta promoción del fútbol femenino- inédita en “el género”.

Me refiero al reguetón claro, el llamado “género urbano”, universo al que Rosalía no es ajena. Sobre todo ahora que, después de un par de años de cortejo, cedió ante los encantos de Rauw, dejando pasar (con la magnanimidad que la caracteriza) su aburrido espectáculo de Halloween del 2020 que consistió en cantar y bailar thriller de Michael Jackson presentándolo como un evento sensacional. Quienes shipeamos desde el primer asomo de escarceo (emojis exchange) un probable romance entre ellxs, temimos que ese ridículo traspié arruinara las chances de Raúl. Después de todo, la existencia de Rosita es un ejercicio de innovación constante y, del otro lado, la gente presenta la coreografía de Thriller en Halloween una y otra vez desde 1984.

Es así, las mujeres parecemos estar más enfocadas en el futuro y sus posibilidades (hablando de desarrollo humano, no del tecnológico) mientras los hombres son propensos a descansar sobre referentes re-conocidos y viejas estructuras. ¿Cómo explicar, de otro modo, que en Tinder buena parte de varones consigne como bandas favoritas a Red Hot Chili Peppers, Nirvana y Pearl Jam (sus ídolos de secundaria noventera) y las nenas nombren una amplia variedad de artistas contemporáneos y de vanguardia?

La evolución de la mujer, en un contexto histórico-social jodidamente adverso, ha consistido en un desarrollo excepcional de sus genes transformadores: mientras más jóvenes más inclinadas a cambiarlo todo, a tumbar las estatuas de señores de piedra o entonar el lema “Se va a caer”.

“De pequeña pensaba que quería ir al cielo, pero sólo para destruir el sistema desde adentro”, escribí con fuego a los veinte años.

Será por eso que una de las preguntas que me hago con mayor frecuencia y mortificación es ¿Por qué les importan las opiniones de Vargas Llosa? El pasado más obstinado habla a través de él, así como la RAE es la encarnación de un demonio al que le pegaban de niño con una regla cuando se equivocaba en los ejercicios de deletreo. Incluso un escritor conminaba en un post de facebook a sus pares peruanxs a hacer pública nuestra postura ante ciertas declaraciones del marqués, como si a todxs nos importara. Yo no le exijo, por ejemplo, que dé su opinión sobre Cazzu, Aubrey Plaza u otras personas cuyo trabajo y espíritu es para mí relevante. No le exijo que sepa cantar ni bailar, a pesar de que me gustaría tanto que todxs bailáramos sensualmente, relajando toda esa tensión, abandonando tanta represión, comprendiendo que el cuerpo es una materia flexible y suave que se desplaza hacia el futuro con un movimiento cadencioso.